
Por Alí Manzano
“El colonialismo visible te mutila sin disimulo: te prohíbe decir, te prohíbe hacer, te prohíbe ser. El colonialismo invisible, en cambio, te convence de que la servidumbre es tu destino y la impotencia tu naturaleza: te convence de que no se puede decir, no se puede hacer, no se puede ser”· Eduardo Galeano
La situación colonial que Andalucía padece en la actualidad es bien conocida y sobradamente hemos escrito sobre el tema: historia de conquista y represión, de sublevaciones, de alternativas políticas marcadas por la relación económica colonial con la metrópoli, lo que ha provocado dependencia política y sumisión de las instituciones andaluzas a los gobierno españoles, autonomía sin competencias, un entramado político “clientelista” al servicio de los intereses de esos partidos que desde Madrid dirigen Andalucía, emigración de nuestros jóvenes e ingreso en las fuerzas represivas del Estado como salida profesional. Paro, precariedad, renta percápita, inversiones, pensiones, salarios…muy por debajo de las medias estatales, etc. son sólo los síntomas de relación colonial a la que nos sometió la conquista.
Ante esta situación hiriente y sangrante muchos andaluces nos preguntamos el porqué no explota Andalucía, porqué no se produce un estallido social, porqué la rebeldía y la insumisión ante la injusticia, la precariedad económica, la falta de expectativas y de soberanía, no recorren los pueblos y ciudades andaluzas como ocurrió otras veces cuando la soga del colono apretaba las gargantas de los trabajadores andaluces. Desde la conquista castellana hasta el asesinato de Blas Infante, innumerables fueron las ocasiones en que los andaluces alzaron las armas contra el Estado español:
Sublevaciones moriscas, Monfis, conspiración independentista del Duque de Medina-Sidonia y Tair al Hor, bandolerismo, sublevaciones armadas contra el Estado durante todo el Siglo XIX que culmina con la redacción de una Constitución Soberanista, la Constitución Andaluza firmada en Antequera en el 1883; movimientos anarco-sindicalistas en el primer tercio del S.XX, con la ocupación de tierras como uno de los métodos de lucha más utilizados, lo que ocasionó el enfrentamiento con la burguesía terrateniente local y la intervención del Estado para mantener la propiedad privada de la tierra. La matanza de jornaleros a manos de las fuerzas represivas de la II República española en Casas Viejas, provincia de Cádiz, fue el hecho más significativo de la respuesta del Estado español a los movimientos anarco-sindicalistas andaluces. El intento de sublevación para la independencia de Andalucía en el denominado “Complot de Tablada” en Junio de 1931 y el asesinato de Blas Infante el 11 de Agosto de 1936 nos marcan el final de una historia de resistencia a la ocupación y a la imposición de un sistema político y económico al servicio de la explotación de los recursos económicos y humanos de Andalucía, para beneficio de la burguesía industrial y financiera instalada en Madrid.
A partir del triunfo fascista en el golpe de Estado del 36, y de la instauración de la Dictadura franquista, y como consecuencia de la brutalidad represiva, de los asesinatos de opositores al Régimen, por motivos políticos o ideológicos, de encarcelamientos, de las emigraciones masivas por motivos económicos, destierros por militancia política o por disidencia ideológica, así como el férreo control de la educación tras la purga de los maestros no afines a los postulados nacional-católicos, el poder de la Iglesia Católica como pago a su contribución al triunfo del “Alzamiento Nacional”, fueron configurando un psiquismo proclive al conformismo, a la aceptación de la fatalidad, a olvidar el pasado y aceptar todos los Mitos y Leyendas que a partir de ese momento configurarían la historia de España, una historia que obedece a intereses políticos y religiosos y que ha sido impuesta por el poder dictatorial de Estado y mantenida tras la conversión de este Estado dictatorial en “Democracia neofranquista” a través del pacto al que llamaron “transición” entre el franquismo y la socialdemocracia que representaba los intereses de Europa y del capital transnacional.
El franquismo supuso la culminación de un proceso colonial consistente en romper la identidad del colonizado para asimilarlo a la “nación” inventada por el colonizador como instrumento de dominio. El “reseteado” cultural e histórico que borra la memoria colectiva para sustituirla por unos hechos que, inventados en unos casos y manipulados en otros, nos inculcan una identidad ajena a nuestra realidad, pero beneficiosa para los intereses coloniales de sumisión y aceptación de la identidad del Estado surgido de la conquista, nos ha llevado a la actual situación de pueblo adormecido, indolente; muy diferente de aquel pueblo orgulloso que durante cuatro siglos no cesó en su intento por recuperar la soberanía perdida.
Esa situación de “sometimiento consentido” que se termina de instalar en el subconsciente colectivo andaluz durante el franquismo, ha llegado hasta nuestros días en su momento más álgido, y a pesar de vivir en una supuesta democracia que nos permite “decidir”, hemos delegado esa facultad en las mismas instituciones que nos sometieron a unos intereses ajenos a los del pueblo andaluz. Por eso, tenemos que preguntarnos qué está pasando hoy en Andalucía para que los andaluces acepten este nuevo bocado que el capitalismo, representado por el Estado español y sus instituciones, ha dado a sus derechos económicos y sociales; qué ha pasado para que el pueblo andaluz se convierta en un pueblo sumiso y sin capacidad de reacción ante las nuevas embestidas de la oligarquía española.
La explicación a las cuestiones planteadas no puede provenir de la economía, pues supuestamente, a mayor precariedad económica, mayor conflictividad social, ni a motivos políticos, pues cuanto más recortes en derechos y libertades, más reacción de las clases populares, como ya hemos comprobado en Catalunya ante las respuestas que el Estado español ha dado a sus peticiones de mayores cotas de soberanía y de autogobierno.
En el caso andaluz, sólo desde la psicología se puede explicar la sumisión a un Estado que explota nuestros recursos naturales y humanos en beneficio de las élites capitalistas. Pérdida de la identidad nacional, asimilación cultural e identitaria, miedo, inseguridad, falta de autoestima, son las consecuencias de un proceso de colonialismo psicológico que ha ido dejando sin recursos a una población sumida en la dependencia psíquica, incapacitada para rebelarse y para autogobernarse, aceptando las razones que el conquistador les da para justificar la dependencia colonial de la metrópoli.
La historia es uno de los principales elementos constitutivos de identidad, aunque no el único, al estar ínterelacionada dialecticamente con la psicología para configurar los rasgos identitarios y psicológicos que caracterizan nuestra relación con el medio social, económico y político que nos encontramos, configurando un presente y un modelo de resistencia o sumisión a los poderes culturales, económicos y políticos establecidos.
Los psicólogos llaman “incorporación a la historia” al proceso por el cual los hechos históricos permanecen vivos en las zonas profundas de la psiquis, determinando de esta forma las fobias y las filias de los individuos, así como la adopción de una “identidad” u otra, prejuicios y fidelidades a una linea de pensamiento determinada por exaltación de una historia que ha sido incorporada a la psiquis.
El sistema político y social surgido de la Conquista de Andalucía y mantenido a través de las distintas formas que el sistema de dominación y explotación ha adoptado, necesita para su permanencia que la estructura psíquica del andaluz esté adaptada a las exigencias de la estructura social impuesta por el sistema colonial vigente, cuyo objetivo es el sometimiento de la población colonizada a través de una estructura psíquica que potencie la resignación y que se corresponda con la estructura social de dominio establecida por el poder político y represivo.
Este sistema de “represión psíquica” y de “incorporación a la historia” a través de la inculcación de Mitos y Leyendas en sustitución de la historia real, comenzó en Andalucía desde el minuto uno tras la culminación de la Conquista de Granada: las Pragmáticas (leyes) dictadas por los Reyes Católicos y los posteriores monarcas fueron encaminadas a borrar la cultura en todas sus manifestaciones: lengua, escritura, costumbres, religión, arquitectura, urbanismo; así como a la destrucción de toda estructura social previa para imponer un modelo de sociedad que sirviera a los intereses de sometimiento de la población local a los colonizadores castellanos, siendo estos conscientes de la necesidad de “romper psíquicamente” la resistencia andaluza a la asimilación impuesta por la conquista. A las medidas represivas consistentes en los castigos corporales y económicos, o el destierro, por hablar las lenguas “moras” o por ser poseedor de libros escritos en árabe, o por mantener las costumbres propias del pueblo andaluz, como ritos religiosos, celebración de festividades, etc, continuaron las políticas “asimilistas” a través de la “ideologización” de la población andaluza mediante la educación, la familia, las instituciones; domesticando las conciencias con la imposición de una cosmovisión y la transformación psíquica de la población conquistada.
A este fenómeno, se le llama en psicología “incorporación intencional de la historia” y tiene como resultado , un pueblo inconsciente de su pasado, carente de una identidad real al haber sido sustituida esta por Mitos y Leyendas; una historia narrada por los colonizadores, que ha actuado como velo, que ha impedido la “concienciación de pueblo” a partir del auténtico significado de su historia. Esta historia inoculada en la psiquis del pueblo andaluz se caracteriza por la carencia de una función crítica que nos pudiera conducir a desvelar los hechos que han generado la actual estructura socio-económica, como parte de la estructura de poder que nos tiene sometidos de forma inconsciente a los intereses de las oligarquías capitalistas a través del Estado español. A esta carencia de “función crítica de la historia”, hay que añadir la ausencia de métodos científicos de análisis, sin un sistema interpretativo de los cambios sociales…en definitiva, una historia alejada de los elementos que deberían conforman la psiquis colectiva de un pueblo, un mero rejuntamiento de hechos sin nexo de unión entre unos y otros y sin causas que encadenan unos hechos con otros. Una historia que no pretende dar explicaciones coherentes ni describir los procesos históricos que ha protagonizado un pueblo, ni analizar las causas y consecuencias de las distintas etapas históricas para llegar a comprender cómo y porqué hemos llegado al momento histórico actual en las condiciones de dependencia en las que se encuentra Andalucía, sino una historia relatada como un conjunto de hechos aislados, sin relación unos con otros, una historia de buenos y malos, de tebeo, donde los buenos son los conquistadores y los malos los “moros” que se oponen a la civilización y al progreso, explicando muchos de los momentos “fundacionales” del Estado español a través de la providencia divina, sobrecargando la psiquis andaluza con imágenes artificiales de una Andalucía inexistente, que solo busca adormecer al pueblo andaluz, provocándole una pérdida de la realidad global, rompiendo el cordón umbilical que le une a un pasado en el que era dueño de su destino y protagonista de su historia.
La “asimilación histórica”, método de sustitución de la realidad por una historia a conveniencia del conquistador y encaminada a insertar en la psiquis del “asimilado” la idea de resignación y fatalismo a través de sentimientos de inferioridad, de incapacidad, de minusvaloración de la propia cultura, de dependencia…aceptando la ideología del “españolismo” por la que la “salvación” de Andalucía depende de España, a la que debemos el sacarnos del dominio del “moro” atrasado y salvaje para introducirnos en la Europa culta y occidental.
Ante la pérdida del conocimiento de la realidad histórica, a través de las políticas “asimilistas” es preciso recurrir al “inconsciente colectivo” del pueblo andaluz para recuperar esa parte de nuestro pasado que ha quedado apartada en un rincón de nuestra psiquis por el miedo y el rechazo inducido por la educación recibida, así como por siglos de represión, dolor, desconfianza, terror y pánico.
La historia que nos ha llegado en los libros de texto, así como la difundida por los medios de comunicación y por el sistema educativo, recoge hechos aislados, tamizados por los intereses del sistema, exagerando unos hechos y despreciando o minusvalorando otros; escrita desde la ideología dominante, desde una óptica reduccionista y por lo tanto incompleta. Pero el inconsciente colectivo recoge las vivencias de los hechos, sin añadidos, sin amputaciones, sin tergiversaciones por intereses de dominio y poder; recoge fielmente la realidad histórica y sus connotaciones psicológicas.
Existe todo un complejo anímico, de reacciones emocionales ante los traumas sufridos por la conquista, miedos ante las amenazas, ante la represión, angustia vital ante la imposibilidad de mantener unas creencias reflejadas en la vida cotidiana, miedos a las denuncias de los vecinos o de las autoridades, complejos provocados por la marginación que el pueblo andaluz sufrió en su propio solar, pasando de ser señores de su tierra a jornaleros sin tierra, convirtiéndose en “clase trabajadora”, en parias explotados y esclavizados por la nueva clase dominante formada por los militares, funcionarios y clero enviados desde Castilla para el control de los territorios conquistados. Todo este complejo anímico provocado por el dominio y mantenido por la violencia física y psicológica, por la fuerza represiva del conquistador, fue recogido por el “inconsciente colectivo” del pueblo andaluz.. Es desde ahí, desde ese inconsciente colectivo desde donde debemos partir para desvelar nuestra historia, para recuperar lo que interesadamente se nos ha ocultado y tergiversado.
Blas Infante, en su certero análisis histórico de Andalucía, como demostraron años después historiadores de reconocido prestigio como Ignacion Olague, Bernard Vincent, Dominguez Ortiz, Américo Castro, Emilio González Ferrín o Rodrigo de Zayas, recurre al “inconsciente colectivo” para desvelar lo que los libros de historia nos ocultan, mostrándonos el camino a seguir y abriendo una linea de investigación que estudios posteriores demostraron acertada, aportando pruebas basadas en el estudio de las fuentes históricas, datos climáticos, poblacionales, genéticos, antropológicos, etc.
Blas Infante pone en duda lo que años más tarde se descubrió como falso, la mitología convertida en historia a a través del complejo sistema educativo y divulgativo español. La negación del pueblo andaluz como sujeto de su propia historia, a través de mitos, falsedades y manipulaciones que nos han hecho creer en la inexistencia de un pueblo andaluz por la carencia de una historia propia, es la forma en la que el Estado implementa la “incorporación a la historia”, modificando psiquicamente la Identidad histórica y cultural del pueblo andaluz. A pesar de que la “historia de España” está sobradamente desmontada por las innumerables pruebas de su falsedad y de su “intencionalidad ideológica”, ésta, aún está inserta en la psiquis de los andaluces por la velada represión cultural e histórica que a través de los circuitos educativos, mantiene oculta la verdadera historia de Andalucía.
La historia que todavía cuentan en los colegios e institutos andaluces sobre las sucesivas invasiones de griegos, fenicios, cartaginenses, romanos, godos, visigodos, árabes, reconquista, expulsión de moriscos, repoblación con castellanos y gallegos, es la forma de “incorporación a la historia” de la que hablábamos, una historia cuya falsedad ha quedado demostrada y su intención descubierta: crear de forma artificial una nación que justifique la expansión militar de Castilla y asimile a los pueblos colonizados a la nueva “identidad”, forjada para el control psicológico de esos pueblos, para su incorporación al proyecto imperial como la “carne de cañón” que el expansionismo castellano necesitaba.
Al desvelar el inconsciente colectivo, surge el “genio andaluz”, esa fuerza instintiva que lucha por poner de manifiesto el conjunto de valores propiamente andaluces que quedaron latentes en el psiquismo colectivo, en el “ser” andaluz y que caracterizan y sintetizan todo el acerbo cultural y psíquico que la conquista solo pudo ocultar bajo una capa superficial de manifestaciones culturales impuestas por la fuerza del poder militar y represivo de la colonización castellana. El potencial psíquico, identitario y cultural del pueblo andaluz, oculto tras los miedos y los prejuicios hacia su propio pasado e inducido por las políticas culturales asimilistas y represivas impuestas desde la conquista, tiene unas capacidades suficientes para destruir el modo cultural y social impuesto por la colonización e impulsar un nuevo modelo social basado en la “identidad” primitiva del pueblo andaluz.
El pasado engendra conciencia de la identidad colectiva, de pertenencia a una comunidad por comparación y por diferencia con otros pueblos. Pero al pueblo andaluz le ha sido cercenado su pasado; no solo se le han arrebatado las herramientas mediante las cuales se puede acceder a los orígenes, a la raíz de la que surgen todas las manifestaciones culturales y sociales, como son el idioma y la escritura, sino que se le ha borrado su historia y ha sido sustituida por otra, rompiendo de esta forma el vínculo del pueblo andaluz con su pasado, se ha bloqueado la capacidad del recuerdo y con ella se ha imposibilitado que la “memoria histórica” del pueblo andaluz se convierta en instrumento para reclamar derechos históricos que han sido negados de forma violenta en la primera etapa colonial de destrucción cultural e identitaria y de forma sibilina en la segunda parte de la colonización española, mediante la asimilación identitaria y la sustitución de la identidad originaria por una identidad creada para la perpetuación de la dominación. La “identidad española” es la forma en que la ideología surgida de la expansión militar de la nobleza castellana, y a la que llamamos “españolismo” mantiene una colonización asumida y aceptada por los colonizados, mediante la creencia de formar parte de una nación inventada, de un pueblo inexistente, producto de los intereses de clase de la nobleza castellana en un primer momento y de intereses capitalistas en periodos posteriores cuando la estructura del Estado creado se fue modificando para dar cabida a los intereses de las nuevas clases capitalistas, herederas de la nobleza castellana en el mantenimiento de la estructura colonial creada para la explotación de pueblos y personas.
La relación entre Andalucía y España, desde hace cinco siglos, se ha basado en la dialéctica de “amo y siervo”, en el sometimiento del andaluz al castellano, lo que ha configurado toda la historia psico-social de Andalucía hasta el presente, dando como resultado un andaluz inseguro que se piensa inferior y que por lo tanto depende de España para su subsistencia; e incluso temeroso ante la posibilidad de una Andalucía que rompa las cadenas psíquicas y políticas con la España que le oprime y le explota, convertido de esta forma en el mayor represor y enemigo de los andaluces que liberados de las cadenas psíquicas del españolismo, pretenden romper también con las cadenas económicas y políticas que le mantienen en la situación de precariedad y pobreza a la que ha sido condenado por la dialéctica colonial de la economía española.
Los andaluces necesitamos recuperar nuestro pasado, reconocernos como pueblo que ha creado civilizaciones que han dado luz a la humanidad, alumbrando varios siglos después de que se extinguiera su llama. Nuestro futuro nos exige recuperar la autoestima, la confianza, la seguridad en nuestras capacidades intelectuales y psíquicas para “volver a ser lo que fuimos”, un pueblo libre, soberano, independiente, solidario, integrador.
Blas Infante, consciente de que el gran problema del pueblo andaluz para romper las cadenas de la dependencia era la ruptura psíquica con el pasado, nos dejó una importante reflexión: “Cuando todos los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia, será el momento de exigir el respeto de nuestra personalidad, tan diferente de aquella que tratan de imponernos”. La vuelta a los orígenes, a un pasado donde recuperar las habilidades psíquicas necesarias para afrontar el presente, se hace imprescindible en el viaje hacia la soberanía.
En Carta al escritor catalanista Cases-Carbó, el 16-1-36 Blas Infante escribía:
Primer enemigo: El prejuicio europeísta, contrario al devenir y, por consiguiente, a la acción política, referidos a la Andalucía auténtica. Hablar de restaurar, adecuándolas a las condiciones de los tiempos actuales, nuestras instituciones liberalistas de Al-Andalus, su ambiente cultural, su pensamiento acerca del mundo; su sentido de orientación vital; los únicos que pueden llegar a formalizar y a satisfacer, y a ordenar por cauces propios, el alma original de este pueblo. Esta pretensión tenía caracteres de sacrificio y, nuestras evocaciones, resonancias de blasfemia hasta para los mismos seudo-andaluces creyentes todavía en la mítica creación de Europa-Arquetipo; modelo mesiánico o salvador de todos los pueblos de la tierra.
¡Con cuánto sigilo tuvimos que deslizarnos en el desarrollo vigilante de una inspiración de complot siempre enmascarados con la careta pragmatista, midiendo palabras, disfrazando acciones, hasta llegar a preparar alma tras alma, para llegar a recibir sin escándalo, nuestras revelaciones, casi iniciativas o comunicadas en tono de misterio! (2)
Segundo enemigo: Depresión de la psiquis andaluza:
Vosotros sois un pueblo de señores con relación a nosotros, pobre pueblo conquistado; estilo no europeo, a quien la dureza de la acción conquistadora asimilista, llegó a sugerir un concepto de sí mismo, coincidente con la creencia en la propia espureidad o en una inferioridad racial dimanante de un inexorable Destino; procedente de una fatalidad ineludible, escrita, para siempre y desde siempre, en un Decreto ineludible de la Naturaleza, ordenada por una necesidad del Cosmos o para el Cosmos.
¡Si, hasta nuestra historia llegaron a enterrar con saña u odio jamás igualados por alguna empresa de coloniaje!. Como que nuestro mayor crimen era para Europa y, para españa (triste instrumento de Europa, contra nosotros) precisamente nuestra gran Historia. Único pueblo peninsular a quien le fue interdicto hasta el goce del recuerdo. Único pueblo peninsular que tuvo que hablar un idioma cuya prosodia repugnaba a su garganta y a quien proscribieron hasta el alfabeto que contiene las grafías propias para representar los sonidos correspondientes a la constitución particular de su laringe, condenándole a usar un alfabeto extraño con el cual le privaron aún de la dicha de ver fotografiada su palabra verbal, en la escrita: único pueblo que no sabe nombrar a sus antepasados ilustres: Todavía, el nombre de andaluces, nos lo hubieron de conservar con repugnancia; gracias a que los europeos llegaron a encontrar para este nombre una germana o vandálica etimología: (Vandalusía) que viniera a desplazar, aunque disparatadamente, el idioma odiado. Vosotros conserváis la altivez de los pueblos vencedores porque en la anfictionía de esos pueblos hubisteis de formar contra nosotros. Y pudisteis, por esto, obrar con la seguridad de señores y con la firmeza de quien llega a actuar en su propio mundo, el cual, para vosotros, es el de Europa. Nosotros, sumidos en un mundo extraño, aherrojados secularmente, malditos y despreciados por la ortodoxia (no solamente religiosa) europea; castigados desde siempre, primero con hogueras, después con el hambre eterna, y siempre vejados, injuriados o escarnecidos; a contar desde aquellos tiempos de las pretendidas expulsiones, en las cuales nos cazaban como los espartanos a los ilotas; hemos tenido que avanzar, cautelosamente, después de asomar a la superficie con la timidez correspondiente al ánimo desconfiado, de quien, durante siglos, estuvo condenado a morar en escondrijos y a deslizarse por subterráneos.
Blas Infante, como vemos, puso el dedo en la llaga del principal problema de Andalucía para su liberación nacional: la dependencia psíquica, el sometimiento a través de una colonización psicológica que ha desvinculado al pueblo andaluz de su pasado, haciéndolo ajeno al propio devenir histórico y un extraño en su propio solar.
La ideología dominante, el españolismo, tras afirmar que Castilla nos trajo la luz y el progreso librándonos de la barbarie mora e introduciéndonos en la Europa del progreso y la democracia, nos trata como un niño desvalido incapaz de valerse por sí mismo y dependiente de su madre España para no volver a caer en un pasado dominado por unos bárbaros invasores.
De esta forma, la “andalufobia” que el españolismo ha extendido entre los propios andaluces, juega con la manipulación de la historia anterior a la conquista, desfigurando, desvalorizando y tergiversando la historia de Andalucía y las civilizaciones creadas por nuestros antepasados, conocidas por los restos arqueológicos y por los estudios de especialistas, principalmente extranjeros, pervirtiendo la verdad histórica con el objetivo de abortar cualquier recuerdo del pasado, al que el poder colonial teme por el germen liberador que contiene la historia y por el impulso identitario que esta daría a un pueblo instalado en la idea de ser descendiente de sus propios colonos.
Como ya hemos dicho en multitud de ocasiones y foros, la historia difundida en Andalucía por el Estado español no es fruto de la casualidad ni de la incompetencia de las instituciones educativas y divulgativas, sino de un plan bien calculado para romper la identidad andaluza y sustituirla por la española. Se nos niega la consideración de nación, de pueblo; se niega la historia de un pueblo andaluz en Andalucía para sustituirla por la negación identitaria, por una historia contada como una sucesión de hechos, una sucesión de pueblos que han pasado por el solar andaluz sin que en ningún momento existiera un pueblo andaluz protagonista de su propia historia.
De esta forma, nos cuentan las invasiones de Griegos, Fenicios, Romanos, Godos, Árabes…,para a continuación contarnos una historia de “Reconquista”, expulsión de los moriscos y repoblación con castellanos y gallegos. Resultado: el pueblo andaluz ni existe ni ha existido nunca.
Pero la falsedad no se sostiene, la realidad histórica es muy diferente como han demostrado numerosos investigadores. El pueblo andaluz ha existido desde tiempos remotos, ocupando un mismo espacio geográfico en el que se han sucedido civilizaciones, procesos evolutivos que nos han llevado desde la prehistoria hasta Tartessos, Turdetanos, Al-Andalus.
La piedra angular del españolismo para llevar a cabo todos los procesos psíquicos de colonización está basada en Al-Andalus, momento de esplendor del pueblo andaluz y deformado, despreciado y manipulado por el españolismo con el objeto de que los andaluces lo veamos como algo ajeno a nuestra historia. Por ello convierten la historia en Mitos en los que Al-Andalus no es el resultado de un proceso evolutivo de las anteriores civilizaciones andaluzas con la incorporación de ideas-fuerza llegadas desde oriente, sino una invasión de bárbaros árabes que dominaron España durante 800 años y que gracias a la Reconquista fueron expulsados y sus tierras repobladas con los españoles originarios. Ni la invasión fue cierta, ni la “Reconquista” es un hecho histórico, ni con el decreto de expulsión de 1610 se acabaron los moriscos en Andalucía ni existió tal repoblación con castellanos y gallegos.
El Mito sustituye a la historia con el objetivo de inculcar en el imaginario colectivo del pueblo andaluz el rechazo a la propia historia y la asimilación identitaria que interesa al Estado colonial para perpetuar la situación de explotación. El andaluz no sabe que es “andaluz” y por lo tanto no puede reclamar unos derechos basados en la soberanía, puesto que el Estado español es el garante de su seguridad ante los bárbaros moros, es el que le restituyó unos derechos sobre la tierra que habían sido usurpados por los moros ya expulsados. El andaluz se cree descendiente de los “reconquistadores” castellanos y por tanto actúa como represor psíquico de lo que el piensa son vestigios de una época ya pasada donde los enemigos de España dominaron por la fuerza la tierra que hoy ellos ocupan. Por ese motivo un gran sector de andaluces se esfuerza por imitar el acento, la lengua, las costumbres y el modo de vida del colono, al que consideran como perteneciente a una cultura superior, asumiendo los prejuicios con los que la colonización cultural ha estigmatizado al pueblo andaluz.
Por todo lo anterior, la liberación psíquica debe ir de la mano de la liberación nacional y de la liberación de clase. El trabajador andaluz, además de estar explotado por un sistema económico injusto, por un capitalismo que mata inocentes, es explotado por pertenecer a un pueblo colonizado, y esa situación es mantenida por los mecanismos psíquicos que posibilitan la sumisión al poder colonial.
Hay otras formas de control psicológico de las que no hemos hablado en este artículo, pero que afrontaremos en futuros trabajos. La toma de conciencia es el inicio de una liberación psíquica que nos desconectará de las cadenas psicológicas que nos impiden afrontar la liberación económica y política.
Alí Manzano.