
Por Alí Manzano
La actual crisis capitalista que estamos padeciendo está provocando que el empresariado, para mantener sus niveles de beneficios, traslade las consecuencias de la crisis a la clase trabajadora, mediante la reducción de salarios, la pérdida de derechos laborales y los recortes en los presupuestos públicos de los gastos sociales y del resto de servicios de los que se beneficiaban las clases populares, como educación o sanidad. Esta agresión a los derechos políticos, sociales y económicos de las clases trabajadoras, deja al descubierto lo que en los últimos decenios se nos pretendía ocultar: la lucha de clases entre una minoría burguesa, capitalista y las clases populares.
El previsible aumento de las protestas sociales y el traslado a las calles y a los centros de trabajo del malestar social por una crisis que está pagando la clase trabajadora, ha hecho reaccionar a los poderes del Estado, controlados en su totalidad por una clase capitalista que tiene rostro, nombre y apellidos, a pesar de que intenten ocultarse tras la clase política. El IBEX 35, las empresas beneficiarias de las privatizaciones del sector público, las empresas contratantes con la administración, las multinacionales de la industria alimentaria o la industria farmacéutica, son el verdadero rostro del poder, los beneficiarios de las decisiones de la clase política. El primer objetivo tras las masivas manifestaciones del 15M consistió en desmovilizar a las clases populares, vaciar las calles de protesta social y encauzar el descontento hacia las instituciones, mediante la quimera de la posibilidad de un cambio social a través de las urnas y del parlamentarismo burgués.
Esta estrategia desmovilizadora se implementó con el apoyo a una organización “nueva”, que venía a “regenerar” la vida política y a “reformar” el Estado surgido del acuerdo del neofranquismo de Fraga Iribarne y la socialdemocracia de González y Carrillo: Podemos. El mensaje de cambio pacífico a través de la participación en las instituciones y en los procesos electorales, ilusionó a muchas miles de personas, especialmente a jóvenes que ya no veían necesidad de reclamar sus derechos en las calles; bastaba con esperar a que un día te llamen para depositar un papelito en una urna.
En el éxito de esta estrategia desmovilizadora, tuvo mucho que ver el “neolenguaje” empleado por Iglesias y sus colaboradores y repetido miles de veces por los medios de comunicación del sistema, especialmente por el grupo Atresmedia, el mayor grupo de medios de comunicación del Estado español.
El neolenguaje que introdujeron los impulsores del 15M, encaminado a desvincular la protesta social, de las organizaciones políticas y sindicales de clase, fue asumido por Podemos y sus marcas blancas: “ni de izquierdas ni de derechas”, “los de abajo contra los de arriba”, “patriotismo popular”, ausencia de los símbolos que representan las luchas de las clases trabajadoras, “ciudadanismo”, “interclasismo”, “reformismo”…y un largo etcétera, así como la repetición sistemática por parte de la abrumadora mayoría de medios de comunicación, de la “obsolescencia” de las organizaciones de clase. Pero tuvo un éxito exiguo y pasajero, como ocurre con cualquier producto comercial publicitado en las TVs y demás medios. La “novedad”, uno de los principales reclamos comerciales, dejó paso al desencanto, tras no conseguir las metas deseadas, produciendo la progresiva pérdida del ensueño narcótico que producía la cercanía del poder.
Una vez amortizada la estrategia desmovilizadora, se corre el peligro de que organizaciones de la izquierda anticapitalista, en cualquiera de sus formas: marxistas, independentistas, anarquistas, antifascistas, etc. puedan encabezar y dirigir las protestas sociales hacia la transformación del sistema capitalista, previa aniquilación del mismo. Por ello, las estrategias de la burguesía respecto a las organizaciones de clase está virando, desde el desprecio que manifestaban hace muy poco tiempo, hasta los cantos de sirena que llaman a la “unidad”.
En estas últimas semanas estamos asistiendo a la “izquierdización” en el lenguaje y en las formas de muchas organizaciones políticas parlamentarias y extraparlamentarias, tanto de las que se consideran “socialdemócratas” como las adscritas al liberalismo económico, tanto de las estatales como de las “nacionalistas burguesas”. Y no es por casualidad, ni por una repentina conversión de los partidos conservadores y reformistas en revolucionarios y anticapitalistas. Es simplemente una estrategia de marketing en la búsqueda del voto perdido. El lenguaje “ciudadanista” de los nuevos partidos ya no tiene el mismo tirón que hace unos meses; amplios sectores sociales se han desconectado del lenguaje ciudadanista e interclasista, engrosando las listas de una abstención política en aumento, desconectando de las ofertas políticas del sistema y a un paso de fortalecer a organizaciones antisistema.
Esta es la verdadera preocupación de los ostentadores del poder, la desconexión de las clases populares de los mecanismos de control, establecidos a través del juego electoral y partitocrático de la democracia burguesa. Recuperar el control sobre las clases populares va a obligar a los partidos del sistema a cambiar de estrategia ante el miedo de que estas vuelvan la vista hacia ofertas políticas que tengan como objetivo la sustitución del sistema capitalista por otro que ofrezca una igualdad social, soberanía política a los pueblos y soberanía económica a la clase trabajadora.
La estrategia es muy clara: apropiarse del lenguaje del oprimido para atacar sus reivindicaciones y debilitar a las organizaciones obreras y revolucionarias, en base al apoyo que el “españolismo progre” o el “nacionalismo de papel ” espera conseguir de la clase trabajadora mediante un lenguaje cercano, conocido, asumido por esta, y difundido por los medios de comunicación de masas.
El caso andaluz: del mimetismo lingüístico a los llamamientos a la “unidad”.
“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Este dicho popular se puede aplicar a muchos activistas políticos que hemos llenado nuestra biografía de fracasos individuales y colectivos, de engaños, manipulaciones y mentiras, pero que también ha servido para que lleguemos al día de hoy con la suficiente prudencia y espíritu crítico ante los cambios políticos que se están dando en nuestra nación. La experiencia nos pone en alerta ante los nuevos partidos y organizaciones que están surgiendo de la descomposición política del Estado español, en un intento por ocupar el lugar de los viejos partidos ya amortizados por el Régimen.
En Andalucía, la desaparición del Partido Andalucista ha provocado el nacimiento de una gran multitud de partidos y organizaciones que pretenden liderar los restos del extinto PA. El denominador común de todos ellos es que se consideran de “izquierdas”. No podía imaginarme que en un partido tan de “derechas” como el PA, pudiera haber tanta gente de “izquierdas”. Otro de los partidos, surgido al calor de la crisis económica y política, y que intenta acaparar el voto “andalucista”es Podemos. Unos y otros, aplican la misma estrategia: el mimetismo lingüístico y simbólico con la izquierda independentista andaluza.
En el caso de Podemos, el fracaso electoral, al no cumplirse las expectativas de voto y de escaños, ha provocado el cambio de lenguaje y de actitud, pasando de un lenguaje “ciudadano”, e “interclasista” a un lenguaje más cercano a las clases trabajadoras, buscando el voto de la “izquierda abstencionista”. En Andalucía, además del mimetismo lingüístico con la izquierda rupturista y soberanista, se ha producido un mimetismo simbólico, intentando captar el voto soberanista, que según algunos estudios puede estar en torno al 10%. Este mimetismo se instrumentaliza mediante la utilización de la simbología de la izquierda independentista: arbonaidas (bandera de la izquierda independentista andaluza, aprobada como tal por el Congreso de “Nación Andaluza” hace más de 20 años), así como elementos ideológicos básicos de la izquierda independentista como es la Constitución Andaluza de 1883, conocida como la Constitución de Antequera y sobre el que la izquierda independentista y anticapitalista está construyendo el proceso hacia la soberanía. Todo vale con tal de conseguir el disputado voto andaluz.
El caso del “nuevo andalucismo” es incluso más ridículo que el “nacionalismo” de Podemos. La sopa de siglas que se diputa el cadáver del PA va cambiando de propuestas ideológicas según van siendo derrotadas las iniciales, buscando unos apoyos y una militancia que les da la espalda. Parte de esta sopa de siglas, ante la incapacidad de que prospere un proyecto propio, se ha acercado a Podemos con la esperanza de obtener el protagonismo político que no obtendrían solos. Algunos de estos “minipartidos”, han pasado de unas propuestas iniciales favorables a la OTAN, la UE, el Euro, o la “España Federal”, a manifestarse (solo ante auditorios donde la izquierda anticapitalista es mayoritaria) en contra de todo ello, pero expresándose favorables a la participación en todas las instituciones para “cambiarlas desde dentro” (otra de las trampas que nos pone la burguesía), reformando las instituciones instrumentales del capital. Un cambio en las formas para conseguir adeptos, pero un inmovilismo de fondo que no cambia sus propuestas iniciales. Españolismo camuflado de independenteismo, capitalismo con lenguaje indefinido y neutro que hacen pasar por anticapitalista.
El “mimetismo lingüístico”, tiene por objetivo el beneficio electoral directo o el acercamiento a la izquierda independentista y anticapitalista para envolverla en unas dinámicas que beneficien los intereses de las burguesías locales o estatales. En este sentido, y junto con el “mimetismo lingüístico”, están los llamamientos a la “unidad del andalucismo”, poniendo en común “lo que nos une” y postergando “lo que nos separa”, lo que en la práctica supone la renuncia de la izquierda independentista a gran parte de su ideario político para favorecer los intereses electorales y políticos de las organizaciones de la burguesía.
La apropiación del lenguaje de la izquierda anticapitalista, tiene por objeto vaciarla de contenido para posteriormente darle un significado acorde con los intereses de la burguesía y de sus partidos.
La experiencia de la “unidad” con el andalucismo, en algunos actos, ha llevado a la izquierda independentista a la conclusión de que ha sido utilizada y fagocitada por intereses ajenos a sus planteamientos ideológicos y estratégicos. Parece ser que desde el “andalucismo” hacen un análisis similar, por lo que algunos de los herederos del PA pretenden continuar utilizando a la izquierda anticapitalista para beneficiar sus intereses.
No es la primera vez que desde organizaciones “regionalistas” o desde el “estatalismo en verde y blanco” se busca fagocitar a la izquierda independentista; lo han conseguido en algunas ocasiones, pero desde el rearme ideológico y estratégico de la Izquierda independentista han cambiando muchas cosas. Los cantos de sirena del pasado han sido superados por la experiencia política de los últimos años y los actuales cantos de sirena son tomados con hilaridad y escepticismo.
Alí Manzano.