Entre la ficción y el documental, el título de Isabel Fernández muestra la Alhambra de Granada como nunca antes.
Por Diana Arrastia
Este es uno de los lugares más trascendentales del mundo. Son siete siglos de historia en lo alto del cerro de La Sabika, en el margen izquierdo del río Darro. Y esa energía se siente en cada rincón de la Alhambra. Cuando se contemplan las huertas del Generalife, se asiste a la Torre de las Infantas o se presencian los jardines del Partal, uno parece estar flotando. La emoción crece cuando se visita la Torre de la Cautiva, en el camino de ronda de la muralla. Allí, el síndrome de Stendhal se desata. Uno entra y no quiere salir.
En esta última torre no pudo meter su cámara la directora de cine Isabel Fernández. La Alhambra es probablemente el edificio más restrictivo de toda España a la hora de autorizar un rodaje. También es el más visitado de nuestro país, con más de dos millones de visitantes al año. Todo esto complicó un rodaje que ha convertido la película Los constructores de la Alhambra, que llega a los cines el 25 de noviembre, en una hazaña. Nunca antes se había rodado así en este Patrimonio de la Humanidad.

“El rodaje ha implicado un trabajo largo de negociación con la institución, que ha estado a favor del proyecto todo el tiempo, para ver cómo establecíamos unos protocolos que no son habituales para un rodaje de ficción, que permitieran que ellos estuvieran cómodos, que el edificio estuviera protegido y que nosotros pudiéramos trabajar”, detalla a Viajes National Geographic Isabel Fernández, también productora y guionista de la película junto a Margarita Melgar (seudónimo de Montse Ganges y Ana Sanz-Magallón). Se ha rodado con un equipo muy reducido de seis o siete personas autorizadas y dos actores, siempre en franjas de dos horas como máximo, lo que ha hecho más dura la producción. “No había otra manera de hacerlo y ha merecido la pena”, concluye la directora. El guion ha contado con el apoyo científico de los mejores expertos del Patronato de la Alhambra, la Universidad de Granada y la Escuela de Estudios Árabes del CSIC, en una colaboración artístico-científica sin precedentes.
Entre la ficción y el documental
Los constructores de la Alhambra comienza con una poderosa secuencia que nos va descubriendo el edificio desde fuera, al tiempo que una voz en off va contando: “Casi nadie lo recuerda, pero el Renacimiento empezó mucho antes del Renacimiento. Cientos de años antes, en una civilización en el sur de Europa. Esa civilización es la Andalusí y esta fortaleza de La Alhambra, una de las mayores manifestaciones de nuestro genio. Tras estos muros han florecido el arte y la ciencia. También hemos vivido el dolor y la traición. Nuestras obras son sublimes. Nuestras almas solo humanas. Así es como debemos juzgar esta historia”, introduce el personaje de Ibn al-Jatib. Entonces arranca su historia.
La película llega para llenar el hueco de la historia de Al-Ándalus. “Hay un agujero de no atención al respecto de muchos siglos que están llenos de historias humanas muy potentes y de personajes muy fascinantes, que son trascendentes y que no se limitan a un impacto en ese periodo sino que lo tienen para lo que viene después. Me gustaría que sirviese para reflexionar sobre una parte fundamental de quiénes somos y para reivindicar el peso de Al-Ándalus en la creación de la cultura europea”, subraya la directora.

Los constructores de la Alhambra es una ficción con elementos de documental o una no-ficción con un gran peso dramático. Que cada cual elija. “No me gustan los documentales estáticos sino humanos. Me gusta crear películas centradas en personajes. Yo trabajo mucho con el archivo y para esta película he construido uno del siglo XIV. Tengo una herramienta que no tiene mucha gente: una persona que me ha escrito un montón de textos que llegan y que me están hablando de la cotidianeidad, de cosas que han pasado en este edificio. Cómo no hacerlo así”, matiza Isabel Fernández.
Esa persona a la que se refiere es Ibn al-Jatib, visir y poeta de los Reyes de Granada, un genio adelantado a su época. Y esos textos a los que alude son sus crónicas del siglo XIV, escritas en la que fue la época más esplendorosa de la ciudad palatina nazarí. En ellas se basa la película. Él es el protagonista y narrador de la historia: el hombre que encarna el espíritu de La Alhambra.
“Siempre me ha fascinado el legado musulmán en Europa y especialmente la Alhambra, que es su obra cumbre”, cuenta la directora, quien se sumergió hace seis años en la historia de Granada. Quería, dice, explorar la intimidad de un edificio que fascina a todo el mundo. Cuando comenzó a hablar con historiadores que dominan el tema, les dijo que necesitaba una figura humana que le sirviera de hilo conductor y que permitiera humanizar el conjunto de la Alhambra. “Y de repente, un espacio tan relevante como tenía un cronista así de potente que, además, vivió en el periodo trascendente en el que se está ideando y construyendo La Alhambra. El personaje ya estaba ahí”, cuenta la directora. En la ficción, es el afamado actor egipcio francés Amr Waked quien da vida al personaje.

No hay ciencia sin espíritu
“Al principio, cuando leí el guion, estaba en shock, porque nunca había escuchado su nombre. Entonces empecé con una investigación pequeña y descubrí a alguien que tiene mucho talento y que es astrónomo, poeta, médico, filósofo, arquitecto… He leído un poquito de sus libros y no estoy seguro de haberlo entendido todo, porque no puedo analizar la lengua antigua árabe como debiera, pero lo que he visto es algo muy específico de esta época: alguien que es bueno en ciencia tiene que ser bueno en espíritu. Todo tiene que estar conectado”, cuenta Amr Waked en el interior de la torre de la Cautiva al respecto del personaje histórico de Ibn al-Jatib. “ Tiene el Corán aquí y aquí y aquí-prosigue mientras señala con el dedo un friso que recorre las paredes-. No hay ciencia sin espíritu. No hay edificio sin palabras. Es algo muy romántico. Este hombre ha dejado algo dentro de mí, ha tocado muy profundo en mi alma y me gusta mucho más la cultura árabe después de haber hecho esta película”, describe el intérprete de Syriana o La pesca del salmón en Yemen.

El ansia de trascendencia
Es el año 1340. Yusuf I (Hamid Krim), el Sultán de Granada, sabe que su asediado Reino está condenado a desaparecer por el avance de los reinos vecinos. Es el canto del cisne de Al-Ándalus. Se embarca entonces en la construcción de un edificio que refleje el esplendor de su civilización y desafíe al olvido: los palacios de la Alhambra. Su visir, Ibn al-Jatib (Amr Waked), participa en este colosal desafío. Es así como nace el Palacio de Comares, que convierte la Alhambra el único palacio-poema del mundo. Con sus paredes decoradas con caligrafía árabe. Con su torre y su cúpula: una mirada al cielo con más de 8.000 piezas acopladas siguiendo un patrón geométrico.
“Pero si el padre ha pedido el cielo, el hijo quiere el paraíso”, dice el personaje de Ibn al-Jatib en un momento de la película. Cuando el sultán muere asesinado, su hijo, Muhammad V (Adil Koukouh), hereda el trono e involucra a Ibn al-Jatib en las nuevas políticas de su reinado. Es entonces cuando el visir se debate entre las ideas de su antiguo mundo y el nuevo que está surgiendo. En este periodo, La Alhambra florece como nunca, ya que Muhammad V utiliza la arquitectura para reforzar su poder y crea obras innovadoras como el patio y la fuente del Palacio de los Leones.
En esta aventura vital, acompañan al protagonista otros personajes igual de reales: Ibn Zamrak, su alumno aventajado y el gran poeta de la Alhambra (la mayoría de sus poemas decoran las paredes, la fuente y las cúpulas del Palacio de los Leones) y Umm al-Hasan, la única mujer a la que Ibn al-Jatib hace referencia en sus crónicas, una experta en lecturas coránicas, estudiosa de medicina y poeta.

La estética sublime
“Uno de los motores del proyecto ha sido descubrir cuál es esa ecuación de creación artística que hace que, cada vez que pisas un espacio de la Alhambra, esto te genere una emoción fuerte. Por muchas veces que vengas, es lo mismo. El objetivo ha sido intentar traducir, entender cuál ha sido el proceso creativo de los constructores, de quienes han estado detrás, para generar un espacio tan trascendente e impactante a nivel emocional”, detalla la directora.
Dice la voz en off de Ibn al-Jatib al final de la película: “Siete siglos después, veo reflejo de nuestra luz que sigue cautiva entre estos muros, como lo soñamos un día. No es ese el verdadero sentido de todo. Gloria de las glorias. Maravilla de las maravillas. Fruto inmortal de nuestro gen. Nuestro legado”. Ese que ha llegado hasta nuestros días.
Durante siglos, Al-Ándalus fue uno de los mayores centros de innovación y conocimiento desde la Antigua Grecia. El mayor de Europa. Supuso avances en ciencia, agricultura, medicina, y produjo personajes fascinantes. La Alhambra continúa en pie como la mayor expresión de esa época de la historia. “Nuestra cultura y nuestra identidad están formadas por múltiples capas y lo que a menudo vemos como extraño es un parte integral de nosotros mismos”, afina la directora de Los constructores de la Alhambra.
Fuente: viajes.nationalgeographic.com.es