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Por Alí Manzano

Desde que se aprobara la pascuata, tímida, insuficiente y ridícula Ley de Memoria Histórica, han sido muchas las asociaciones y los familiares de victimas del terrorismo del estado franquista que han solicitado investigaciones, exhumaciones de cadáveres y apertura de fosas comunes donde posiblemente fueron enterrados sus familiares después de ser “ajusticiados” por la barbarie asesina que durante cuarenta años asoló y limpió buena parte de la península Ibérica de anarquistas, comunistas, nacionalistas, homosexuales, intelectuales, etc.

Pero la polémica surge cuando el juez Garzón decidió autorizar la exhumación de los restos de Lorca, que supuestamente reposan en una fosa común entre Viznar y Alfacar, a solicitud de la nieta del maestro Dióscolo Galindo, enterrado en la misma fosa que el poeta andaluz, o la apertura del columbario del Valle de los Caídos, monumento emblemático del Nacional-Catolicismo español, donde reposan los restos de miles de opositores al régimen o a la moral impuesta, u otros lugares de la geografía estatal donde el mismo juez autorizó exhumaciones de cadáveres y aperturas de fosas comunes.

Tras leer, escuchar y ver noticias con opiniones de unos y de otros, con datos sobre las victimas, fosas comunes, providencias y autos judiciales, etc. me dio por pensar en un “asesinado” que ha pasado por este asunto de puntillas, sin hacer ruido, sin que nadie se acordara de él. Ni sus familiares, ni los que dicen le conocieron en vida, ni los que se dicen sus seguidores han alzado la voz para exigir la apertura de la fosa común donde reposan sus restos y la exhumación del cadáver.

Me estoy refiriendo a un hombre que fue nombrado por el Parlamento Andaluz “Padre de la Patria Andaluza”, y que sin embargo a nadie le importa dónde estén enterrados sus restos mortales: ni a su familia, ni a los políticos andaluces, esos que cada 10 de agosto van al kilómetro 4 de la Carretera de Carmona, lugar donde fue asesinado y donde posiblemente se encuentre la fosa común donde fue enterrado, ni a los medios de comunicación andaluces ni españoles, ni a los jueces, ni a los funcionarios de la administración…ni a nadie. Mejor que se queden las cosas como están, parecen decirnos los silencios de todos ellos.

Al hilo de esta reflexión, me pregunto porqué.

¿Porqué la familia y especialmente María Ángeles Infante, presidenta de la Fundación que lleva el nombre de su padre y que tan buenas relaciones tiene con el la Junta de Andalucía no pide a las autoridades administrativas y judiciales la localización de la fosa común, la apertura y la exhumación?

¿Porqué el gobierno andaluz no intenta recuperar los restos mortales del que ellos nombraron “Padre de la Patria Andaluza?

¿Porqué ningún partido, ni siquiera los «nacionalistas» lo exigen al gobierno andaluz y al español?

El caso de María Ángeles Infante y toda la familia, además de todos aquellos que pululan por la Fundación Blas Infante es bastante claro. La carencia de autonomía les impide tomar cualquier acción que no esté previamente consensuada con la Junta. Las generosas subvenciones que la Fundación que preside María Ángeles recibe de la Junta de Andalucía actúan como bozal para mantener la boca callada y no exigir más que su parte del pastel de las subvenciones comprometidas.

Para el ejecutivo andaluz es una patata caliente. Rescatar los restos supondría depositarlos en algún lugar de especial relevancia, con acceso para todos los andaluces que quisieran visitarlo. Esto equivaldría a favorecer el recuerdo, el que los andaluces se pregunten por la causa de su muerte, por los motivos de su fusilamiento, por la ideología que defendió, y sobre todo porque dotar de un “santuario” a aquellos que quieren dar cumplimiento al ideal andaluz de Blas Infante no es lo más conveniente para que las cosas se mantengan como están.

Y de los partidos políticos –de todos- qué vamos a decir. A todos les resulta molesto Blas Infante, su radicalidad a la hora de definir y fundamentar Andalucía, su proyecto de liberación nacional, su análisis histórico, y sobre todo, su compromiso con las clases más desfavorecidas por los poderes del Estado.

Quizás por esto todos callan, todos hablan de la polémica en torno a la fosa de García Lorca o a las del Valle de los Caídos, pero todos se olvidan de Blas Infante. Mejor así –pensarán- y que siga la fiesta.

Alí Manzano.

Septiembre 2017

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